GABRIEL DE LA MORA 
T.O.E.F.M.U.T.I.T.O.A.I.I.
Sicardi Gallery, Houston, 2012


A través de la producción reciente de Gabriel de la Mora, la tensión y la incertidumbre podrían ser considerados dos de sus conceptos clave. Para su segunda exposición individual en la Galería Sicardi han sido reunidas más de cuarenta obras que, incluso si están realizadas a partir de diversos materiales y siguiendo procesos radicalmente distintos ­aunque muy meticulosos-, comparten los rasgos ya mencionados.

Observar la obra de Gabriel de la Mora es situarse frente a un acertijo fascinante: es difícil descifrar si sus piezas son dibujos, pinturas o esculturas pues la tridimensionalidad y bidimensionalidad comienzan a parecer categorías relativas e inútiles. No obstante, el acertijo verdadero yace en el estado en el cual las propias piezas se encuentran dado que de la Mora manipula los materiales con el fin de acelerar o frenar su deterioro. Cascarones de huevo, plafones, afiches callejeros, anuncios de revistas, fotografías y otros muchos materiales ordinarios y “no artísticos” parecen estar congelados en un estado paradójico: se sitúan en un momento previo a su desintegración pero que parece ser eterno.

De la Mora somete los materiales (algunos tomados de forma duchampiana de objetos cotidianos y otros comprados especialmente para transformarlos en obras de arte) a procesos complejos que irrumpen el flujo natural de las cosas. Podría pensarse en el resultado como una suspensión del paso del tiempo: los objetos existen en un estado delicado, frágil, cercano al colapso físico. Gabriel de la Mora crea ruinas, el pasado y el futuro están condensados y contenidos en su trabajo, un cuerpo de obra que está construido sobre la tensión ejercida por opuestos. Las ruinas pueden ser un lugar para la utopía, el anhelo por el pasado que se escapa… sin embargo son también el recuerdo del fracaso, de un intento fallido.

Dentro de la historia del arte las ruinas han sido objeto de fascinación y obsesión absoluta ­los grabados de Piranesi y Goya pueden ser los ejemplos más conocidos. Gabriel de la Mora  encuentra la belleza en lo ruinoso y nos ofrece una visión contemporánea y profundamente personal de ello. Representar las ruinas no es ya suficiente, de la Mora las genera. Decía Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray que “la única excusa para hacer algo inútil es que uno lo admire intensamente”. La exposición, que lleva las iniciales de esta frase por título, presenta toda una serie de objetos fascinantes que generan admiración e intriga ante el ojo de cada espectador. La obra de Gabriel de la Mora es el ejemplo perfecto del resultado que surge de la tensión constante entre opuestos.