LORENA ANCONA:
NOTAS DESDE EL SUBSUELO
Llano, Ciudad de México, 2024Durante los últimos años, el trabajo de Lorena Ancona se ha interesado en crear vínculos con el pasado prehispánico de la Península de Yucatán a través de procesos de producción ancestrales. Esto es, la supervivencia de técnicas específicas –como la preparación del estuco– y el uso de materiales locales –entre otros, pigmentos y cal– para la creación de sus obras da fe de una historia material mesoamericana que persiste como un legado de conocimiento, incluso si éste ha sido invisibilizado, más no eliminado, por los marcos coloniales. De esta manera, su obra señala una continuidad de las tradiciones culturales y cuán fuertemente están ligadas a un lugar. Notas desde el subsuelo explora la experiencia de habitar ese lugar, así como las historias que se esconden entre sus formas.
La obra Ríos a través de cuevas marca el trayecto emprendido por la serie de pinturas presentadas como primer capítulo de la exposición. Un tronco cuyas raíces se transforman en serpientes de agua al deslizarse y penetrar en el interior de la tierra funge como el eje vertical que conecta a la selva –árboles frondosos y lianas que revelan un entorno exuberante y fecundo– con el paisaje interior de la región, sumergiéndonos en el subsuelo cavernoso. Mediante el uso de una paleta más obscura que la empleada en series anteriores, los bastidores estucados evocan la sensación de adentrarse en una cueva, sugieren las sensaciones de encierro y apertura que suceden en este ambiente. Las figuras serpenteantes que se trazan sobre sus superficies dan cuenta de una realidad cargada de sensualidad: estas cavidades son un vientre que sostiene, gracias a la reproducción misma, la existencia del cosmos. Dentro de la cultura maya, la cueva era un sitio ritual en el que se gestaban el ciclo de la vida, la muerte y la regeneración, y los animales que habitaban en su interior eran sagrados: participan del espacio que era, a la vez, la fuente misteriosa y mágica del placer y la vida.
El segundo capítulo de la exposición introducirá una serie de esculturas de cerámica con engobe negro. En ellas suceden torsiones, ramificaciones e hibridaciones –una flor-serpiente, un caracol-flor, una serpiente-liana– donde lo orgánico se funde con lo formal. A la vez, estos volúmenes escenifican en la galería el poroso paisaje interior de las espeluncas, con estructuras que caen de la parte alta, emergen de la superficie o unen ambas partes (estalactitas, estalagmitas y columnas de flujo, respectivamente), personifican –con cierta ambigüedad o libertad– animales o seres de la mitología maya. La sensación inmersiva se agudiza con las formas que apelan a otros sentidos, además de la vista: por momentos, sus modelados sinuosos despiertan el sonido de una serpiente deslizándose delicadamente hacia el suelo, descendiendo con movimientos sensuales y ondulantes por la corteza de un árbol.
Como título, Notas desde el subsuelo hace un guiño a la novela homónima de Fyodor Dostoyevski donde el personaje principal enuncia, de forma errática e introspectiva, un monólogo sobre habitar en el subsuelo metafórico de la sociedad: un espacio donde múltiples privaciones le han hecho experimentar aislamiento, alienación y una profunda angustia existencial. Creo que el subsuelo evocado por Lorena Ancona es más cercano al evocado en otra obra exitencialista. En El ser y la nada, Jean-Paul Sartre define a lo viscoso como algo que difumina los límites entre un cuerpo y la materia con la que interactúa, un estado intersticial entre lo líquido y lo sólido que, por su característica pegajosa o aglutinante, genera una situación enmarañada o enredada. Aunque la connotación que le confiere Sartre es negativa, la viscosidad de este otro subsuelo reafirma, por el contrario, formas para relacionarnos con un paisaje o un lugar y encontrar las historias que se esconden en él.