Pablo Rasgado.
Estudio pictórico no. 4: mudar la pielGAM, Ciudad de México, 2023



Alguna vez escuché que un pueblo entero en Portugal había sido desplazado algunos kilómetros de su emplazamiento original. Si no me falla la memoria, era imperativo construir una presa en el sitio que el pueblo había ocupado durante siglos y, al final, la reubicación se realizó con éxito. Cada casa, la iglesia, las escuelas, los parques, cada pequeña tienda: todo se encontraba exactamente igual, conservando distancias entre sí y proporciones originales. ¿Cuál sería la experiencia de habitar esos viejos espacios en una nueva coordenada? ¿Existirían desórdenes sensoriales o de percepción que delataran dicho desplazamiento, síntomas a través de los cuales se manifestara tal dislocación?

En vísperas de la preparación de Estudio pictórico no. 4: mudar la piel, compartí esta anécdota incomprobable con Pablo Rasgado, mientras observaba cómo la distribución espacial de su antiguo estudio se reconfiguraba conforme la superficie de sus muros, pisos y techo se imprimía, fragmento por fragmento, sobre las paredes de la histórica Galería de Arte Mexicano. Como explica Daniel Garza Usabiaga en el texto que aparece en esta misma publicación, el artista desprendió “la totalidad de la capa pictórica de las superficies de su estudio en continuidad, incluyendo el piso de linóleo” con el fin de trasladarlo a la sala principal del recinto. Transformadas ahora en un ready-made, las paredes que antes quedaran en espejo se estiran a lo largo de un mismo muro, cesando de configurar un cuarto y revelando ahora su extensa longitud linear. Las siluetas de las lámparas del techo se despliegan interrumpidas, cruzadas por una pared que habría impedido su colocación y empleo en el sitio original.

Este acto de reubicación, que para las espectadoras probablemente se traducirá en desorientación, es posible gracias a una amalgama de saberes y técnicas tomadas principalmente de la arquitectura y la restauración de arte. Rasgado ha hecho uso del strappo –una técnica para el desprendimiento de superficies pictóricas– en proyectos anteriores con el objetivo de crear pinturas (escultóricas en ocasiones) en las que se evocan las formas e historias de montajes anteriores. Estas piezas, construidas dentro de distintos espacios de exhibición de arte (cubos blancos en su apabullante mayoría), cuyos discursos han sido enterrados por las gruesas capas de pintura aplicadas para cada nueva exposición, se convierten a su vez en arquitecturas efímeras. No obstante, postular a Estudio pictórico no.4: mudar la piel como una crítica o un comentario sobre la ubicuidad del cubo blanco sería simplificar el proyecto.

Al visitar la instalación, mi primera impresión fue la de estar en presencia de una sombra insubordinada que se había escapado del estudio del artista para acoplarse momentáneamente a un cuerpo extraño y de dimensiones discordantes; un parásito albergado por un huésped. Los bordes desencajados delatan esa duplicación falsa y se materializan en un espejeo impreciso. Algunas de las imágenes que documentan a Rasgado tirando firmemente de estos nuevos lienzos lo muestran como un Houdini contemporáneo, creando telones con los que performará ante nuestros ojos la desaparición misma del estudio. En esas paredes desprendidas se condensa el acto de transformar la rigidez de una estructura en una arquitectura suave, maleable, flexible, escapista.

Sumado a una dimensión mayúscula, el carácter de sombra furtiva de esta arquitectura suave lo hace un proyecto más ambicioso que los anteriores y, probablemente, más afín al cuento de ese pueblo portugués que mencionaba al inicio, sea éste real o el producto de un recuerdo inventado. A lo largo del proceso de producción, el artista mencionó algunos otros ejemplos de estructuras arquitectónicas que se habían escapado de su emplazamiento original. El más contundente es la rotación de noventa grados de la Central Union Telephone Company, en Indianapolis en 1929: un edificio entero que viró –gracias a la fuerza de cientos de trabajadores– sin dejar de funcionar un día siquiera como oficinas. Una imagen GIF que circula en línea comprime en unos pocos segundos la labor de meses y muestra la huella –o sombra– que fue dejando detrás de sí esta gigantesca estructura de concreto y metal.

En la literatura que aborda la obra de Rasgado, algunas curadoras han tratado la naturaleza espectral de varios de sus proyectos –las ausencias son un tema recurrente– que abren cuestionamientos sobre la memoria relacionada con los objetos, o las sombras que los sustituyen, y se concentran en los resultados visuales de algo que estuvo allí pero no existe más. Su obra lleva a cabo juegos de dobles y sustitutos que también pueden conceptualizarse como formas de espejeo o traducción. Una traducción representa un movimiento, llevar algo de un idioma a otro y, como señala la curadora Eva Wilson, en la obra de Rasgado, esta estrategia hace que adopte “una presencia espectral que fluye por medio de reiteraciones ilimitadas”.

¿Cuál será el futuro de esta sombra que se ha despojado de su cuerpo para convertirse en imagen? Considero que algunas respuestas podrían intuirse en las pinturas que acompañan a la instalación, pertenecientes a la serie Phantom Paintings. Rasgado retrata sobre estos lienzos el paisaje de una sala de exhibición –efectivamente, un prístino y anodino cubo blanco– que va cambiando y transformándose en cada reiteración. Esto es, el primer lienzo muestra al espacio tal y como era, y los sucesivos van editando esa distribución al viejo estilo en que se editaban las películas: cortando y pegando fragmentos que crearán nuevas narrativas. Sospecho que esta arquitectura suave que prescindió de su cuerpo continuará adhiriéndose a otras superficies; su existencia será el proceso continuo de mudar de huésped.