Restos y recuerdos fallidos2023





Hay un sinfín de obras de arte cuya lógica me parece similar a la de un souvenir: un pequeño objeto o imagen producido con la intención de evocar o encapsular una experiencia que, sabemos anticipadamente, no logrará sustituir. Fotografías en blanco y negro de Vito Aconcci caminando por las aceras de Nueva York me vienen a la mente, por ejemplo: el artista enfilado con paso insistente y decidido detrás de peatones elegidos al azar (Following Piece, 1969). Aunque destaca la espontaneidad y el carácter aparentemente descuidado de las imágenes, estas fueron planeadas con suma meditación y, de hecho, son tomas de la recreación de la pieza original, realizada al día siguiente de la pieza “verdadera”. Es cierto que la gran mayoría de la documentación de performances podría englobarse bajo este rubro —su cometido es registrar una acción o un suceso, estetizarlo incluso— pero no es comparable con la experiencia de haber estado ahí¹. Las sensaciones de incomodidad, anticipación y expectativa, sorpresa, disgusto, riesgo —o el tedio que seguramente provocaron algunas acciones que se extendían por horas— difícilmente pueden ser transmitidas a través de un pequeño objeto o una fotografía.


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