Tertium Datur

2012



Los derechos de autor son un campo de batalla en el que actualmente se enfrentan, sin piedad alguna, autores, editores, representantes legales y herederos. Más allá del debate económico que hay de por medio, dos preguntas resuenan en esta cuestión: en primer lugar, ¿pertenecen a alguien las ideas? Y en segundo término, ¿por qué las producciones culturales no son consideradas bienes públicos?

En una de sus Ficciones, Jorge Luis Borges narra como Pierre Menard, un escritor francés del siglo XX, escribió, palabra por palabra, un texto idéntico al Don Quijote de Miguel de Cervantes. Sin conocimiento previo de éste, Menard realiza una copia fiel, letra a letra, varios siglos después. El texto de Borges plantea una de las problemáticas más apasionantes del estado actual de la cultura: la existencia de un texto que no se puede plantear como propio pero, de manera simultánea, tampoco puede declararse una copia.

Dentro del ámbito literario, el debate sobre la diferencia entre citar, copiar y plagiar es un tema álgido aún. En el ensayo “The ecstasy of influence: A plagiarism”, publicado en Harper’s Magazine y posteriormente publicado en español por Tumbona Ediciones como Contra la originalidad, Jonathan Lethem menciona que “… la apropiación, la cita, la alusión y la colaboración sublimada forman una especie de sine qua non del acto creativo y atraviesan todas las formas y géneros en el ámbito de la producción cultural.”

No obstante, en el campo de las artes visuales la manipulación, uso, copia, cita y utilización de un material previo ha sido estudiado bajo la rúbrica de la “apropiación”, y su historia es difícil - sino imposible - de trazar. ¿Dónde comienza la apropiación? Hay quienes afirman que al copiar una imagen y dibujarla o pintarla, otros opinan que es la fotografía quien da inicio a esta historia y otros buscan incluso encontrar su origen en el collage. Y aunque sobra mencionar que no existe acuerdo alguno al respecto, sí es posible coincidir en que desde que Marcel Duchamp comenzara a introducir objetos de uso cotidiano como obras de arte, el ready-made -que incluso ha sido copiado fielmente en incontables ocasiones-, la apropiación ha sido moneda de cambio como estrategia de producción.

El creciente alcance de internet y los diferentes medios de reproducción ha permitido que la información fluya de manera cada vez más eficiente y rápida. Al devenir más accesibles los materiales, su consumo se ha incrementado exponencialmente. Ante este tráfico de imágenes, sonidos y palabras, ¿es posible reclamar la propiedad absoluta de una idea?  ¿Puede aún considerarse la posibilidad del pensamiento original? La abundancia de ideas y su propagación dan pie a la contaminación absoluta, un estado en el que éstas son un bien compartido por comunidades enteras, permean su pensamiento y forman quizá lo que podríamos llamar un zeitgeist.

Frente a la originalidad como un valor obsoleto, Kenneth Goldsmith - creador de ubuweb - imparte la materia de “escritura no creativa” en la Universidad de Pennsylvania. El trabajo final de los estudiantes podría parecer muy simple: deben tomar un texto ya existente y presentarlo como propio. En el contexto literario, este gesto ha sido tremendamente osado y radical.

Al empezar el proyecto de ubuweb, Goldsmith decidió dejar su carrera en el arte. Ahora, quince años después e incitado por la conversación con Bettina Funcke - coordinadora editorial de la documenta (13) -, se pregunta si clamar ubuweb como su mayor obra de arte, un trabajo que sería su Gesamtkunstwerk. No es irrelevante que tal posibilidad de existencia del sitio web se haya planteado dentro del contexto del arte contemporáneo, un espacio más permisivo y acostumbrado a estrategias de producción que parten de reescribir, copiar o simplemente tomar una obra previa.

La respuesta que Goldsmith presenta a Funcke queda registrada en una reflexión que fue publicada como Letter to Bettina Funcke, no. 17 de la serie de publicaciones “100 Notes - 100 Thoughts” de la documenta (13). En este pequñísimo libro Goldsmith se apoya en la teoría del “genio no original”, planteada por Marjorie Perloff, la cual describe que la originalidad y el genio son valores irrelevantes y obsoletos dentro del esquema actual de producción artística y cultural. Ante la abundancia extrema de información a la que se enfrenta un artista, la genialidad radica en la maestría en el uso de dicha información y su diseminación. Gran parte de los practicantes que trabajan hoy día podrían ejemplificar esta aseveración. 

Si bien esta retracción por parte de los artistas es sintomática del estado actual de producción, este rasgo se ha ido enfatizando desde hace varias décadas, no es exclusivo del siglo XXI. Hacia 1969 el artista Douglas Huebler escribió que “El mundo está lleno de objetos más o menos interesantes; no deseo añadir algún otro.” A partir de entonces su práctica tomó un rumbo muy definido: el uso de fotografía documental y registros sobre procesos y estrategias. 

¿Será el artista actual una suerte de editor? Chris Marker decía que no se consideraba a sí mismo un fotógrafo, un cineasta ni un escritor; esto es, no se veía como un creador sino que se pensaba simplemente como un bricoleur, alguien que da forma a algo a partir de elementos preexistentes. A partir de la manipulación - bricolage - de retazos y pequeños pedazos de los materiales más diversos, Marker creó uno de los cuerpos de obra más admirados dentro de la cultura contemporánea. Es un hecho que sus objetos “manipulados” contribuirán a esta red infinita de inspiración, referencias e historias que serán utilizados por artistas futuros.